“La educación como un quehacer humano”, debe considerarse un acto
social y un acto de amor, en el cual se hace presente a parte del conocimiento,
las expectativas, los anhelos y las realidades de los que conforman dicho acto.
Por tal razón, ignorar las debilidades y fortalezas de los que aprenden y de
los enseñan, resulta desfavorable al momento de pretender lograr un objetivo.
Es posible que involucrarse demasiado con el otro, resulte contraproducente en
la medida en que los sentimientos de cooperación y de acompañamiento, se
conviertan en angustia y congoja, y nos proponemos ser redentores de las causas
ajenas, cayendo en prácticas tan desafortunadas como el asistencialismo. Es
imperativo ver al otro en sí mismo, y no anteponer sus deficiencias a lo que
realmente esa persona necesita, quiere y puede ofrecer.
La pasión, el disfrute y el
gusto por lo que se hace, son características que toman fuerza al momento de
enfrentar las vicisitudes que presenta la sociedad, de esta manera es necesario
conocer y reconocer el mundo propio y ajeno, y con el otro transformarlo, si
así se requiere. Reflexionar sobre lo que vivimos, permite accionar de manera
diferente, pues conlleva a hacer catarsis y nos subjetiva frente a lo que es
adecuado o no, para nosotros y para los demás. Originalidad y creatividad, son
fundamentales a la hora de desafiar y aceptar la presencia del otro, pues es
real que con su ayuda y voluntad lograremos comprender el mundo.
Ser Educador@ Especial,
requiere por lo menos ponerse en el lugar del otro, y esto no puede entenderse
como rebajarse, procurar mejorar la calidad de vida propia y la de los demás,
no ser indiferentes ante la necesidad ajena, pues ser insensibles ante el otro
es la peor acción sobre un ser humano. No se trata solo de que las personas
aprendan a leer y escribir, la labor va más allá de un tablero lleno de letras,
es proponerse que otras personas aprendan y comprendan que en algunas ocasiones
es más importante defenderse de los peligros, tener autodeterminación, saber
realizar acciones por sí mismo y hasta conocer la dirección de donde se vive,
antes que atiborrarse de conocimientos que solo sirven para cumplir -en muchas
ocasiones- con los estándares y objetivos impuestos y/o propuestos por otros.
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